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ALEGRÍA Y BUEN ÁNIMO

La vida es lo que hacemos de ella

No permitamos que las perplejidades y preocupaciones de la vida diaria agiten nuestro espíritu y anublen nuestra frente. Si lo permitimos, siempre habrá algo que nos moleste. La vida es como la hacemos, y hallaremos lo que busquemos. Si procuramos tristeza y aflicción, si estamos en disposición de magnificar las pequeñas dificultades, encontraremos bastantes de ellas para embargar nuestros pensamientos y nuestra conversación. Pero si miramos el aspecto alegre de las cosas, hallaremos lo suficiente para comunicarnos ánimo y felicidad. Si damos sonrisas, ellas nos serán devueltas; si pronunciamos palabras agradables y alentadoras, nos serán repetidas.

Cuando los cristianos parecen tétricos y deprimidos, como si se considerasen sin amigos, dejan una impresión errónea acerca de la religión. En algunos casos, se ha tenido la idea de que la alegría no cuadra con la dignidad del carácter cristiano, pero esto es un error. En el cielo todo es gozo; y si admitimos los goces del cielo en nuestra alma y, hasta donde podamos, los expresamos en nuestras palabras y conducta, ocasionaremos a nuestro Padre celestial más agrado que si somos sombríos y tristes.

Conquistad el afecto de los niños

Sonreíd, padres y maestros. Si vuestro corazón está triste, no lo revele vuestro rostro. Sea éste iluminado por un corazón lleno de amor y gratitud. Descended de vuestra férrea dignidad, adaptaos a las necesidades de los niños y lograd que os amen. Debéis conquistar su afecto, si queréis inculcar la verdad religiosa en su corazón.

Con rostro amable y voz melodiosa

Padres, sed animosos pero no vulgares. Sed antes agradecidos, obedientes y sumisos a vuestro Padre celestial. No estáis libres para actuar de acuerdo con vuestros sentimientos si se presenta algo que os irrite. El amor que conquista será como aguas profundas que fluirán de continuo en el gobierno de vuestros hijos. Estos son los corderos del rebaño de Dios. Llevad a vuestros pequeñuelos a Cristo. Si los padres enseñasen a sus hijos a ser amables, no les hablarían nunca con tono de reprensión. Aprended a presentar un semblante agradable, y poned en vuestra voz toda la dulzura y melodía que podáis. Los ángeles de Dios están siempre cerca de vuestros pequeñuelos, y el tono duro e irritado de vuestra voz no agrada a sus oídos.

Despejad las sombras.

Mirad las cosas con espíritu animoso, procurando despejar las sombras que, si son toleradas, rodearán el alma. Cultivad la simpatía hacia los demás. Dejad que la alegría, la bondad y el amor compenetren el hogar. Ello intensificará el amor por los ejercicios religiosos, y los deberes grandes y pequeños se cumplirán con corazón animoso.